Un servicio tan básico en cualquier
sociedad civilizada como la seguridad
ciudadana, viene mostrando su ineficacia desde hace más de diez años. Podríamos apelar
a nuestra memoria y encontraríamos una
larga lista de políticas de seguridad que fracasaron irremediablemente y los
costos recayeron en nuestra gente como un verdadero baño de sangre. Así transcurrieron años en que todos los fracasos se pusieron sobre la
espalda de la policía, invocando a ese porcentaje de inescrupulosos y corruptos
que toda profesión tiene, pero ocultando el esfuerzo y entrega de la gran
mayoría que resulta tan víctima del delito como cualquier otro.
Pero como el delito siguió
avanzando a pasos agigantados. Las noticias se difunden irremediablemente; entonces,
quienes tienen la responsabilidad funcional proponen la creación a una Ley, o
la reforma de otra. No importa si el camino es el correcto o si la solución es
la más conveniente. Lo importante es hacer creer que la tarea de “salvataje” de
la sociedad está cumplida. Pero ya no parece haber salida dialéctica sin un plan estratégico desprovisto de cualquier
ideología e intereses, que se instaure
como política pública.
En estos últimos días se percibe
un ambiente cada vez más exacerbado en la sociedad argentina. Estamos entrando
en formatos desconocidos y sube el nivel de violencia por cualquier motivo:
desde balear la casa de un gobernador, pasando por matar a un Jefe Comunal, o a
una vecina por unos perros, hasta asesinar a un menor de 13 años después de un
clásico de fútbol en Rosario.
Se percibe un desprecio macerándose en la gente que desnuda que hay
algo perverso en la condición humana. La diversidad de esas conductas nos hace pensar que se están comenzando a “colombianizar”
o “mexicanizar” ciertas formas delictivas, con lo gravedad que
ello supone.
Por otra parte, ha llegado a
nuestro país el ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, aquel del lema “tolerancia 0”
brindando un ciclo de conferencias sobre
seguridad. No ha dicho nada fuera del
sentido común, como hacer cumplir la Ley hasta en sus mínimos detalles o pagar
por infringirla. O proponer una agencia que permita coordinar acciones con países
de origen y destino de drogas, porque “un país no puede luchar solo contra el
narcotráfico”. Así desplegó la “teoría de la ventana rota”, extrapolando la lucha contra el crimen organizado, desde las
conductas más simples en inseguridad, como saltearse molinetes del subte o
escribir paredes con grafiti. Para combatir
la inseguridad "no hay que dejar
que las cosas se salgan de control. Hay que prestar atención a los detalles y
quitarle la calle a los criminales".
La actualidad se nos viene encima
y vamos arribando a un nuevo paradigma. Si queremos que la gente goce de sus
libertades individuales, tendremos que luchar contra el delito,
contundentemente. Como tantas otras veces, volvemos a observar que la anomia sigue
enquistada en nuestra sociedad. El
problema será cuando se quieran hacer cumplir las primeras normas... Estaremos
dispuestos al cambio?
Norberto López Camelo
Crio. Gral. (r)