lunes, 19 de mayo de 2014

Primeros boqueteros de Buenos Aires


Historias inesperadas

El 16 de septiembre de 1631 se descubrió el primer robo de boqueteros de nuestra historia. Los ladrones habían trepado por el muro sur del fuerte porteño (donde hoy está la Casa Rosada) y perforaron la pared de la oficina de la Contaduría, donde se hallaba el cofre de cedro, reforzado con tirantes de hierro y dos cerraduras. Para abrirlo, incendiaron parte de su tapa y tomaron los 9.477 pesos que atesoraba.
Comenzaron las pesquisas y no tardó en detectarse la ausencia del vecino Pedro Cajal, chileno de 22 años que habitaba un rancho cerca del convento de Santo Domingo. Las autoridades detuvieron al indio Juan Puma, criado de Cajal, quien negó saber dónde estaba su amo. Fue llevado al calabozo, pero esa misma noche logró fugarse.
El gobernador Francisco de Céspedes envió partidas para ubicar a los sospechosos. Una de ellas recapturó al indio Puma en San Isidro. Otra encontró a Cajal oculto en unas carretas que partían de Arrecifes. Llevaba parte del botín en una bolsa. De inmediato los trasladaron a Buenos Aires.
Fueron condenados a la horca. Cajal pidió que lo mataran de un garrotazo en la nuca y luego lo decapitaran: tenía derecho a exigir una muerte menos indigna que la horca porque era hijo natural de un funcionario que actuaba en Chile.
El 30 de septiembre de 1631, ambos reos se confesaron y fueron paseados por la aldea porteña, engrillados, para que los vecinos conocieran su delito y su condena. Luego de un par de vueltas los llevaron al muro del Fuerte, donde a Cajal le dieron el garrotazo y a Puma lo ahorcaron. Les cortaron las cabezas y las colocaron en picas, junto a ese muro que habían escalado para cometer el robo de los 9.477 pesos.
Del total robado, 2.457 pesos jamás aparecieron.

Esta entrada fue publicada en Policiales por Daniel Balmaceda.

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