Que los pasos de fronterizos en Argentina tienen laxo
monitoreo, no es nada nuevo. Los más de
9000 kilómetros de frontera terrestre y 5.000 kilómetros de frontera marítima y
pluvial, hacen que la vigilancia de todas las posibles entradas, sea casi
imposible. No obstante, la frontera entre Bolivia y Argentina siempre ha sido
permeable y abierta al contrabando, por lo que es una ruta fácil y establecida
en la que la cocaína simplemente es un producto más. Las autoridades de ambos países
no parecen estar haciendo un esfuerzo significativo para controlar cualquier
tráfico en ese espacio
Un aumento de la seguridad en la frontera entre Brasil y
Chile ha sumado mayor atracción de la vía argentina, por lo que a las débiles
capacidades de control e iniciativas antidrogas, deberá enfrentar serios
desafíos. Los casos de corrupción de
alto nivel, han impactado tanto la efectividad de los cuerpos de seguridad como
la credibilidad pública. Mientras, el sistema judicial del país se enfrenta a serias contracciones internas, presiones y
condicionamientos que influyen en su ineficiencia.
Los grupos criminales organizados de México, Colombia y
Brasil tienen una antigua presencia en los sectores productores de cocaína de
Bolivia, especialmente en la región de Santa Cruz de la Sierra, pero ahora
también se han establecido en Argentina.
Durante mucho tiempo el país ha sido
conocido como un refugio seguro para narcotraficantes , como los colombianos Ignacio Álvarez Meyendorff o Henry
de Jesús López Londoño, alias "Mi Sangre" y, al parecer por un corto tiempo el líder de
Sinaloa, Joaquín "El Chapo" Guzmán. No me olvido del grupo de
mexicanos que instaló un laboratorio de metanfetaminas en al Gran Buenos Aires.
Actualmente, el norte del país está viendo una afluencia de
miles de colombianos, que según un magistrado de Salta, esa ola de
migración se vincula con el narcotráfico. Pese a la creciente evidencia de la presencia
de grupos internacionales, no se observa
n medidas significativas para combatir el flujo de drogas y precursores a
través del país. Simplemente parece que nuestro
país tiene poco interés en combatir el narcotráfico, prefiriendo concentrarse
en otros asuntos.
El tráfico de drogas en Argentina parece funcionar sobre una
base de dos niveles, con apariencia de sobreposición entre los grupos transnacionales
y las organizaciones locales. En realidad una es consecuencia de la otra. A mayor ingreso y tránsito internacional de
drogas, mayor será la actividad local en la distribución. Las organizaciones internacionales pueden haber estimulado el crecimiento del consumo interno y
de las bandas locales, pero no están involucrados en el minitráfico. Los
distribuidores locales mueven y venden cantidades menores, porque eso es lo que perciben en pago
por su “colaboración” con las grandes organizaciones, pero no
tienen acceso a las redes internacionales. En líneas generales, todavía es un mercado
en desarrollo que muestra cierta falta de coordinación dentro de los grupos
locales, pero la violencia acompaña el aumento del tráfico de drogas en otras
partes de la región.
Rosario, tiene una estructura de tráfico más desarrollada
puede proporcionar una mirada hacia un futuro sombrío del comercio de drogas en el país. ES uno de los pocos lugares donde parecen
chocar los intereses de los diversos grupos, pandillas, control de territorio, y todos con resultados violentos. Al mismo tiempo, la ciudad es un centro de envío
para los grandes cantidades de droga que
circulan a lo largo de Ruta 34 , desde Bolivia hasta Buenos Aires o destinos
internacionales, envíos que pertenecen a los principales actores
transnacionales.
Los crecientes niveles de violencia en Rosario indicarían que
uno o varios grupos pueden estar haciendo un serio intento por establecer el
control de las redes de transporte nacionales y afianzar este control. Por ahora, las organizaciones internacionales
y las bandas locales circulan sin
mayores inconvenientes por vías paralelas.