El Estado (provincial o nacional), desde hace varios
períodos, tiene la policía que se ganó, o lo que es peor, la que quiso tener. Con pseudo políticas de seguridad, ideologizadas, con deficiente instrucción
seria y práctica de sus efectivos y menos del mínimo del equipamiento necesario
para su servicio. Condicionada con sus bajos sueldos, sus altos riesgos y sin
un plexo legal que garantice los derechos de las víctimas, y le indique claramente qué debe hacer un
policía para que no lo condene la
justicia, asuntos internos o la opinión pública. No obstante, siguen
siendo sus integrantes, los únicos que le ponen el pecho al delito.
En esta realidad, algunos intendentes se aventuran a crear
policías municipales de cartón, con un objetivo puntual, político y electoral.
Que nadie piense en el altruista fin de brindar mejor seguridad, porque son
improvisados, carecen del mínimo conocimiento en la materia y como si fuera poco, se rodean
de académicos del falso garantismo abolicionista que ha puesto a la
gente, en este estado de inseguridad y
alerta permanente.
Una retroalimentación contínua de las “taras” culturales e
ideológicas tan características en nuestra sociedad y elite política, impide salir de este laberinto.
No se ve que haya nadie en la cúspide política actual con ánimo
de reconocer la magnitud real del problema y la titánica y riesgosa tarea que
representa solucionarlo estructuralmente. Parece que les resulta imposible
hacer una autocrítica de su propio actuar en el gobierno y en la oposición.
No hay una clara voluntad
política y lo que se escucha son propuestas de parches en una pared llena de
rajaduras mientras los cimientos se
desmoronan y todos se conforman con un poco de pintura para decorar la
situación.
Volver a recuperar la seguridad después de tantos años de
destrucción, no será fácil. Pero sería bueno que se comience por despejar todo
vestigio de hipocresía, y volver a darle a las policías, las atribuciones que le
son propias. Qué temores tienen? Si el gobierno nacional o provincial, siempre
han tenido las herramientas de control, para “prescindibilidades” y “purgas
indiscriminadas”. Devuélvanle al hombre
y la mujer policías el orgullo de vestir su uniforme, que lo harán con idoneidad y respeto. En una sociedad caótica
y sin orden, también puede ser un punto de partida.
N. López Camelo/crio gral ra
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