miércoles, 14 de noviembre de 2012

Un refugio para narcos


Los nombres de López Londoño “Mi Sangre”, Álvarez Meyendorff, “El Loco” Barrera y su esposa Ruth Martínez,  o Gustavo Adolfo García Medina, son de peso en el mundo del narcotráfico; cuatro cárteles distintos. Parece absurdo sostener que su presencia en el país es una mera casualidad.

Frente a la creciente presión del gobierno colombiano, los cárteles han cambiado sus estructuras operativas y  “modus operandi” en busca de nuevas rutas de envío de drogas. Algunas de ellas incluyen Argentina, Chile, Uruguay y otros países del América del Sur, para volver luego a Europa, al Caribe y Estados Unidos, lo que abona la hipótesis que el narcotráfico es de un fenómeno global, y así hay que analizarlo.

Los originales cárteles colombianos funcionan en la actualidad, como unidades más pequeñas denominadas “bandas criminales” (Bacrim) y es cierto que hay una avanzada hacia los países del sur.  

El diario El Tiempo de Bogotá dio cuenta de una cumbre narco en Rosario, Santa Fé en el transcurso de 2011,, entre los líderes antagónicos Maximiliano Bonilla Orozco “Valenciano” (Oficina de Envigado) y Éricson Vargas “Sebastián”, por el control del tráfico en Medellín. Según el medio de prensa, la información fue suministrada por fuentes de la DEA y debidamente chequeada.

Es posible que no sea parte de un proyecto de instalación definitiva pero sí es notorio que están viendo el terreno en el marco de la globalidad.

Es opinión de medios extranjeros, que los narcos encuentran en Argentina, cierta facilidad para moverse física y financieramente y quizás una evaluación de “menores riesgos”.  La falta información de inteligencia para anticiparse a la  presencia de personas y de organizaciones criminales de este tipo,  es lo que hace atractivo al país.  Además existe una destacada infraestructura de la industria química y técnicos capacitados que en caso de cooptarlos, el narcotráfico puede valerse.

Pese a que oficialmente se niega que sea así, sólo en los últimos cuatro años se han registrado cerca de una quincena de episodios que ubican a narcotraficantes colombianos o mexicanos operando en nuestro país. Y si bien se trata de una cantidad de casos sin precedentes, lo que más inquietante no es el número, sino el  peso que estos “visitantes” tienen dentro de sus organizaciones criminales; como venimos a enterarnos cada vez que son detenidos por la policía o acribillados por sicarios en plena calle.

Pero ya se trate sólo de un lugar de paso o de “una cabecera de playa” para el narcotráfico internacional, si en algo coinciden los analistas es que Argentina no debe desdeñar la amenaza potencial que plantea este fenómeno,  ni ahorrar esfuerzos para combatirlo.    
 
Norberto Lopez Camelo

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