domingo, 9 de marzo de 2014

SICARIOS


El narcotráfico basa el éxito de sus operaciones, en la rigidez de su estructura.  Por eso cada cártel o banda criminal (“bacrim”), tiene un ala armada para garantizar los objetivos del “negocio” y la seguridad de los capos. En algunos casos han formado parte de su organización, y en otras han sido agrupaciones terroristas que han estado asociadas tan solo por dinero.

En Colombia es común el sicariato como institución criminal. Existen allí lo que se denomina  «oficinas de cobro», que no son más que bandas al servicio del narcotráfico y tienen como misión hacer ajustes de cuentas.

Los sicarios comenzaron a cobrar fuerza en los años 80, cuando Pablo Escobar Gaviria era el barón de la droga colombiana. De hecho, tenía su propio grupo de sicarios con un escalafón según el cual se asignaban los blancos. Los fue profesionalizando de tal modo, que instauró “escuelitas” de adiestramiento para su “formación”.

Entre las "oficinas de cobro" más renombradas, se puede citar a la de Envigado, que estuvo dirigida por Diego Fernández Murillo, un narco de Medellín que hoy está detenido en los Estados Unidos.

Por lo general los sicarios son personajes que no saben ni quieren saber quién es su víctima, ni quién encargó el trabajo. Sólo reciben una orden y una paga por el crimen. Una vez que se les señala el blanco, investigan su rutina y buscan el momento adecuado para matar a su víctima. Son reclutados entre la población de bajos recursos y especialmente entre menores de edad. Suelen tener poca formación académica, pero sus acciones específicas, las tienen bien aceitadas: un homicidio con un nivel de organización bastante sofisticado, armas de fuego, motocicletas y espacios abiertos  para que el crimen se conozca y difunda  de inmediato.

El sicariato está irremediablemente ligado a la droga. Es posible que se lo utilice vinculado a otros crímenes, como por ejemplo el cobro de un seguro o para venganzas;  pero en el 99% de los casos, los sicarios están al servicio del narcotráfico.

En la actualidad colombiana, ha descendido la cantidad de crímenes cometidos a manos de sicarios, porque los barones y capos han perdido margen de maniobra. Ya no existen los grandes “cárteles” y las estructuras se han hecho más pequeñas. Muchos de sus integrantes han tenido que migrar a otros países, ya sea por la contundencia de las acciones de las autoridades, o porque la justicia los requiere.

Con la instalación del narcotráfico en otros países de la región, han llegado los crímenes por encargo y por ende, los sicarios. Como "ejemplo más vivo", se puede citar  a México.

En nuestro país comienzan a repercutir a partir de julio de 2008 con el asesinato de  Héctor Edilson Duque Ceballos (a) “Monoteto”, y  Jorge Alex Quintero Gartner, dos narcos ex paramilitares colombianos, en Unicenter. En el año 2009 con el homicidio de Juan Sebastián Galvis Ramírez en un comercio de náutica de San Fernando; en 2012 con la muerte violenta del sicario  Jairo “Mojarro” Saldarriaga (39) , presunto autor de los homicidios de Unicenter según la prensa colombiana, asesinado de cinco tiros en Barrio Norte. Y recientemente, el 3 de marzo, la muerte en Palermo de Carlos Gutiérrez Camacho, sicario jefe de seguridad del ex cártel de Norte del Valle.

Como vemos, la preocupación por el desembarco de miembros de ex cárteles colombianos en este país, es más que justificada. Han comenzado a establecerse y a organizarse en nuevas estructuras criminales y mientras tratan de consolidarse en Argentina, buscarán posicionarse a fuerza de droga, traiciones, sangre y fuego.

 

Norberto López Camelo

Crio.Gral. (RA)

 
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